Esta leyenda es suigéneris pues trata de un maniquí que permanece hasta nuestros días y que es objeto de la visita de los sabedores de esta historia, quienes visitan el aparador de la tienda para novias más antigua de México, La Popular, justo en la esquina de las calles Ocampo y Victoria, en pleno centro histórico de Chihuahua.
Es ahí donde se encuentra “Pascualita”, aunque su dueña la señora Pascualita Esparza Perales de Pérez, dueña del establecimiento realmente la nombró “Chonita”, pero la llamaban “la hija de Pascualita” y finalmente se acortó a “Pascualita”, o conocida también como “la novia más bonita de Chihuahua” debido a los vestidos que modela.
Pero fue que desde su llegada llamó poderosamente la atención de los transeúntes pues algunos dicen que es un maniquí de cera muy bien confeccionado, pero hay quienes aseguran que es el cuerpo embalsamado de una joven mujer y que en las noches cobra vida y cambia de posición.
Y es que el minucioso trabajo en su elaboración está cargado de un realismo que a veces da terror: el tinte de la cera que forma su piel, sus estilizadas y súmamente detalladas manos, el pelo natural meticulosamente insertado en su cabeza y sus pestañas, unos ojos de cristal que rayan en la perfección y que generan una mirada penetrante y sugestiva, aunada a una misteriosa sonrisa han provocado que más de uno se detengan creyendo que es un ser con vida… o que alguna vez la ha tenido, lo que ha generado muchas leyendas a su alrededor.
De su origen se cuentan dos versiones:
Se dice que llegó a México desde París para adornar los aparadores del Puerto de Liverpool, y que en un viaje de compras de la señora Pascualita la vio y quedó prendada de este maniquí pues se parecía a su hermana y a ella misma; insistió en que se lo vendieran, amenazando incluso con dejar de comprarles suministros si es que no accedían, y como era tan buena clienta y tanta su insistencia que terminaron vendiéndoselo.
La otra versión y quizá la más popular, tiene dos vertientes, se dice que la señora Pascualita había tenido una hija y que justo el día de su boda fue víctima de una picadura de un alacrán escondido en su tiara, teniendo una muerte fulminante en el altar. Otra vertiente dice que fue apuñalada por un pretendiente celoso, justo cuando estaba en el altar. En ambos casos, se cuenta que su madre decidió embalsamarla, y recubrirla de parafina y cera, vistiéndola siempre con vestidos nupciales para recordar que murió antes de casarse y hacer de ella un maniquí que estuviera en su tienda para que estuviera siempre a su lado. Doña Pascualita nunca desmintió el rumor popular, con lo que se propagó como pólvora.
Pero fue en los años sesenta que surgieron rumores de que la Pascualita era capaz de moverse, pues según algunas personas, sonreía por algunos segundos o les seguía con la mirada; si la veían fijamente, decían que su fantasma les seguía algún tiempo; o que aparecían venitas rojas en los ojos por unos segundos; incluso hay quien afirma haberla visto bajarse de su plataforma para internarse en la trastienda, y regresar a su sitio más tarde con un vestido diferente (sobre todo si el vestido no le gusta). Entre las empleadas de la tienda, se dice que hay quién ha renunciado porque vieron llorar o moverse a La Pascualita, o quién mientras la cambiaba, observó cómo le aparecían venas verdosas en las piernas para luego desaparecer.
Estos rumores se intensificaron con la muerte de la señora Pascualita en 1967, con lo que algunas personas sugerían que el espíritu de la dueña se metió en el maniquí. Otra versión menos creíble apunta a que la hija de Pascualita se enamoró de un taxista pobre, y su madre que quería un mejor partido para su hija terminó asesinándolo, a causa de esto, su hija se suicidó lanzándose por un barranco y su alma poseyó el maniquí. Dada esta versión, hay quién afirma que La Pascualita, a veces cuando ve un taxi, se sube como un ente fantasmal para luego desaparecer del vehículo.
Otra de las historias de Pascualita es la del chamán extranjero que se enamoró del maniquí y que pidió a las fuerzas del más allá el poder resucitar a tan bella figura durante los dos meses que vivió en la ciudad de Chihuahua y todos los días, al llegar las diez de la noche, esperaba a Chonita en la calle Victoria para hacerse acompañar de tan incomparable belleza. Llevándola del brazo visitaba los mejores lugares de entonces